miércoles, 15 de febrero de 2012

Llovía, siempre llovía.

Era una noche en la capital y llovía.
Yo te esperaba y tu llegabas tarde.
Me encontraste sentada en la portería de al lado de ese nuestro bar, escribiendo en la libreta que siempre llevo conmigo. Estaba nerviosa, siempre me pasaba cuanto te veía por primera vez.
Aunque fueran tantas primeras veces, tantas como días tiene un año.
Nos fugamos de la lluvia y  pedimos whisky con red bull.
- Es normal que bebamos esto a las 6 de la tarde? - Solías decirme ( nos ).
Pero no parabas de hacerlo. Bebías y bebías y me mirabas y el alcohol nos acercaba y todo era perfecto para mi, el mundo estaba en una sinfonía demasiado agradable, todo estaba en orden.
Absorbías de mí, porque ahí si era yo. 


Al salir a la calle la lluvia ya no mojaba, la vida no dolía, me fundía en tu piel y te hacia maravillass y solo queria correr hasta el infinito contigo, o mas lejos. 
Pero tu me frenabas.
Te cogía la mano y llevabas guantes, entonces te daba un beso y ese sabor tan dulce me hacía olvidar todos los colores vivos que podríamos haber pintado, las vueltas alocadas que podríamos haber echo, las mil sonrisas que te podría haber arrancado, lo olvidaba todo.
Supongo que nuestra escala siempre fue el gris, justo el color que tenía el cielo de ese día lluvioso. 
Así que solo había un problema; Tu me gustabas demasiado pero  prefiero los colores vivos....

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